Cuando la trilla de soja arranca y los lotes empiezan a quedar libres los productores se largan a sembrar cultivos de invierno, según sus necesidades y los contenidos de humedad de los suelos.
“Entre estos cultivos está el garbanzo, que sigue creciendo como alternativa productiva en la provincia y que se suma a otras alternativas diferentes al trigo, como la lenteja y el cilandro”, indicó Oscar Nicéforo Vizgarra, coordinador del proyecto legumbres secas de la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (Eeaoc).
“El garbanzo es una legumbre que aporta proteínas de excelente calidad en su consumo; y con los problemas de alimentos que hay, sobre todo ahora debido a la pandemia, es una alternativa muy válida como proteína vegetal”, dijo.
Indicó que el productor debe tener en cuenta que durante el año que pasó el clima en la provincia fue errático y no llovió lo que debía. “Es importante esto, porque el garbanzo necesita una cantidad suficiente de humedad en el suelo para desarrollarse adecuadamente”, precisó.
Explicó que esto se debe a que no se dan lluvias durante el invierno, y la humedad en el suelo inicial es necesaria para que el cultivo prospere. “El productor debe tener en cuenta la cantidad de agua útil que posee el perfil del suelo a la hora de decidir la siembra y esperar al final del cultivo un rendimiento adecuado”, puntualizó Vizgarra.
Consideró que, en general, se puede decir que en la provincia hay humedad en los suelos; pero como en algunas zonas no llovió lo que los promedios históricos mandan, se debe tener cuidado de realizar los análisis de agua útil.
“Es fundamental que el productor tenga en cuenta algunas recomendaciones técnicas para que el cultivo prospere adecuadamente. Debe arrancar de un lote limpio de malezas, y depende mucho de su historial, por lo que este debe ser tenido en cuenta, realizando un barbecho con los herbicidas que sean necesarios aplicar”, indicó.
Respecto de la semilla, consideró clave conocer su origen, su calidad y su sanidad. “Es importante que provenga de un mismo productor o de un semillero certificado, lo que garantiza qué es lo que se siembra. La variedad es importante; en general en la región se usa el Norteño y Chañarito. Otro es Kiara que tiene sangre mexicana, por lo que es un poco sensible al frío”, explicó Vizgarra.
Subrayó que el productor sabe que si tiene una buena semilla, pura, de buen poder germinativo, generalmente mayor al 80%, con la suficiente humedad, la semilla germinará adecuadamente y tendrá una densidad de planta que permita que el cultivo crezca: “si a eso se le suma un lote bien manejado con respecto a las malezas mejor aun”.
Señaló que el productor debe buscar alcanzar una densidad de siembra de entre 12 a 13 plantas por metro lineal, a una distancia de 51 cm entre líneas. “Generalmente se siembra 15 a 16 semillas por metro para que quede esa densidad”, contó.
Para este año se mostró optimista sobre las expectativas. “La comercialización parecería buena por los requerimientos de los mercados consumidores. Hoy la tendencia es a alimentarse mejor y las proteínas vegetales que aportan las legumbres son de excelente calidad y eso lo empieza a conocer el consumidor”, puntualizó Vizgarra.